Ligeras, flexibles y muy finas, así son las baterías de grafeno. Pueden además, almacenar energía renovable y usarse en dispositivos portátiles. Actualmente existe una alternativa para las baterías. Consiste en el uso del grafeno a través de técnicas de filtrado e impresión, compatible para la combinación con diferentes materiales.
El grafeno es una capa única y delgada de grafito. El grafito es un alótropo del carbono, lo que significa que posee los mismos átomos pero están dispuestos en forma hexagonal, lo que le da al material propiedades diferentes. En las baterías de litio, la carga está ligada a iones que migran de un electrodo a otro. Como son pesados lo hacen con lentitud. En el grafeno, la migración de electrodos es mucho más rápida.
El grafeno se produce en forma de tintas, mediante un proceso de exfoliación de grafito y superposición de capas flexibles sucesivas. Se colocan dos láminas de grafito, dos membranas porosas a base de grafeno y una membrana polimérica humedecida por un electrolito. El dispositivo resultante es muy liviano, puede integrarse fácilmente en la ropa y normalmente es envuelto en una capa exterior hecha de materiales resistentes al agua y que se puede lavar sin problema.
Hasta los momentos, las baterías de grafeno no han mostrado ningún signo de degradación, incluso después de 30 mil ciclos de carga completa. Tienen una duración media de carga veinte veces mayor que las baterías de litio. Lo único que las pone en desventaja respecto a las de litio son los costes, ya que puede llegar a costar hasta 60 veces más que la de litio, pero dado el interés de la investigación de los últimos años es factible que sea más competitiva en un mediano plazo.