Remodelar el sistema energético es uno de los pilares fundamentales para combatir de forma eficiente el cambio climático. Cuando hablamos del modelo energético no podemos pensar solamente en los sistemas de generación de energía o en la infraestructura para que las renovables formen parte de la red eléctrica.
También hay que incluir los aparatos eléctricos y las medidas de eficiencia energética destinadas a edificios e instalaciones de tipo industrial. Son muchas las estrategias que se están pensando para mejorar tanto la disponibilidad como la adaptación de nuevas tecnologías energéticamente más eficientes que sean capaces de disminuir la cantidad de energía que utilizamos en todos los espectros.
Pero a día de hoy todavía no es suficientemente rápida la implantación de estas medidas si el objetivo a cumplir es llegar a las metas propuestas por los objetivos climáticos que se establecieron en París en el 2015. Diferentes estudios predicen que la temperatura del planeta aumentará en promedio 2,3ºC por encima de los niveles preindustriales para finales de siglo, lo que no es un dato alentador en este momento.
Existen sin embargo cinco áreas principales de análisis para implantar estrategias y posibles soluciones que contribuyen a cambiar la forma y la cantidad de energía que se consume tanto en el ámbito industrial como en el doméstico. Y es que en este punto de casi no retorno con el clima todas las áreas de consumo tienen que cambiar su modo de actuar aprovechando al máximo los recursos e intentando que el despilfarro de sea nulo y los desechos mínimos, en un marco de economía circular.
En primer lugar, esta revolución tiene que verse apoyada por el marco político y las regulaciones que emanan de él. Combinando incentivos y regulaciones muy estrictas enfocadas a edificaciones y productos principalmente, se puede reducir considerablemente la cantidad de energía que consumen los edificios y los procesos de fabricación y construcción. Aunque ya existen ciertas políticas y directrices a nivel mundial, estas se deben adaptar al medio ambiente en el que están, las áreas geográficas y las necesidades de cada entorno y país para ser realmente efectivas.
Los modelos de financiación deberían ser también más flexibles adaptándose tanto a las empresas grandes como pequeñas. Todos deberían tener acceso a una mejora energética en un momento de recesión económica casi mundial para favorecer la creación de empleos verdes y aumentar la eficiencia de las tecnologías en todos los sectores de negocio e industriales.
Los modelos de calefacción y enfriamiento acondicionado también deben ser repensados ya que la mayoría están instalados en un ideal antiguo con un alto consumo energético. No obstante, los edificios que los albergan tienen todavía por delante una larga vida útil como construcción, por lo que resulta conveniente refrescar dichos modelos para que no sean dependientes solamente de las nuevas tecnologías, sino que sean capaces de adaptarse a las construcciones que ya existen.
Un papel fundamental en la optimización de los recursos energéticos lo están jugando las redes y su flexibilidad. Administrar la carga de energía durante los momentos pico de la red eléctrica puede reducir muchísimo las emisiones de carbono jugando con el cambio de la carga. Esto se puede controlar con mecanismos automatizados inteligentes capaces de gestionar la carga de la red con dispositivos inalámbricos que no dependen de la actualización de la red convencional.
Todos los aspectos de la industria deben avanzar en consonancia con la idea de las Smart Cities para obtener un conjunto de elementos interconectados que favorezcan la eficiencia energética.