La instalación de sensores en las ciudades está siendo de vital importancia para optimizar servicios como el suministro de agua, la recogida de basuras, el alumbrado público, el mantenimiento de las obras municipales, o los servicios básicos de transporte. Especialmente en Europa se comprende la importancia de digitalizar todo tipo de servicios para tener ciudades más eficientes (y por tanto más sostenibles) y adecuadas para el desarrollo de la vida urbana, y de aumentar la cantidad de zonas verdes para el bienestar de las personas. Sobre esas bases estamos asistiendo al nacimiento de las ciudades inteligentes sin apenas percibir los cambios en el desarrollo de las actividades cotidianas.
Uno de los mejores ejemplos a nivel europeo es la ciudad zamorana de Toro, en España, que gracias a la digitalización y la expansión de la instalación de sensores en múltiples ámbitos municipales se ha posicionado como ciudad inteligente de referencia para todo el continente europeo.
¿Cómo lo han conseguido? Mediante la instalación de nada menos que 200 sensores inalámbricos interconectados a una red. Dichos sensores monitorean en tiempo real los ciclos del agua, la recogida de basura y los vehículos gestionados por la municipalidad en áreas verdes, el alumbrado y otros aspectos recabando datos en tiempo real.
Estos datos se traducen mediante tecnología Big Data para tomar decisiones en el momento y mejorar la gestión del tiempo y de los recursos para una tarea en concreto. En términos generales la optimización de la iluminación con técnicas de recogida de datos sirve para determinar las horas de encendido y apagado de cada luminaria según la hora, el volumen de tránsito o el clima de cada momento y es la inteligencia artificial la que aprende de estas experiencias logrando automatizar la función de encendido y apagado evitando el desperdicio de energía.
Para la recogida de basura en muchas ciudades inteligentes se instalan sensores que recogen datos del volumen de basura y la temperatura, datos útiles para determinar las rutas de recogida reduciendo el tiempo y por tanto las emisiones de los camiones. Lo mismo pasa con los vehículos municipales para servicios urbanos de mantenimiento, obras públicas y jardinería. Se hacen mapas con la posición de los vehículos y con las funciones que tiene que realizar trazando rutas que permiten ahorrar tiempo y esfuerzo.
Para la gestión del agua, se digitalizan los contadores y se han instalado sensores que detectan posibles pérdidas y averías. Además, los inquilinos de los edificios pueden consultar en tiempo real su consumo evitando sorpresas a la hora de pagar las facturas.
Otra innovación en esta comunidad es la instalación de una red de comunicaciones de bajo consumo llamada SmartWaterLights para enviar datos a larga distancia reduciendo el consumo de las baterías de los sensores y dotándolos de una amplia autonomía de funcionamiento.
Pero esta localidad no es la única que está experimentando los cambios. En la capital española está viendo la luz el proyecto Valgrande, una ciudad inteligente con 8.000 viviendas que también apuesta por la optimización de los recursos mediante la digitalización de los servicios y suministros y la expansión de las áreas verdes naturales integrándolas en el diseño urbano.
Por otro lado, el proyecto 5G-Picture también está dando asombrosos resultados en la ciudad anglosajona de Bristol, en Reino Unido, al que se han sumado las ciudades de San Sebastián (España) y Florencia (Italia) con proyectos parecidos como el de Replicate. Este último proyecto ha durado cinco años y obtuvo una inversión de casi 30 millones de euros provenientes del programa Horizonte 2020 que perseguía el objetivo de establecer modelos de negocio Smart city que fueran replicables en diferentes países.
Gracias a estas iniciativas con base en la conectividad se ha mejorado la movilidad sostenible, las infraestructuras y la eficiencia energética con planes idénticos que sirvieron en Alemania, Turquía, Suiza y otros países europeos.
En San Sebastián se iniciaron propuestas como la adquisición de autobuses urbanos eléctricos e híbridos y otros vehículos municipales logrando reducir las emisiones de CO2 hasta 300 toneladas por año. También se implantaron plataformas de participación ciudadana para la remodelación y el codiseño de diferentes barrios para adaptar la urbanización a las necesidades reales de las personas.
Los sistemas de iluminación inteligentes han supuesto ahorros de hasta el 70% en el gasto de electricidad municipal y una reducción de 20 toneladas anuales de CO2.
Estos son solo algunos ejemplos de cómo la recopilación de datos y la conectividad en tiempo real permiten ahorrar tiempo, dinero y reducir las emisiones con pequeñas acciones que se automatizan a través del aprendizaje automático y la inteligencia artificial, y todo ello aprovechando las comunicaciones contemporáneas sin necesidad de grandes cambios en infraestructura.