Hace más de un siglo se anunciaba la llegada de una cantimplora sellada al vacío. Esta noticia saltó en un periódico estadounidense de 1913, en él expresaban que el producto mantenía la temperatura del líquido. Este innovador invento se presentaba para gente aventurera, ahora la premisa es otra.
En la actualidad, los consumidores tratan a los termos o botellas como una colección, más que por su uso debido a su variedad y formas. Entre las marcas que encontramos no solo está Stanley; también hay YETI, Hydroflask, Swell y Nalgene. Sin embargo la pregunta es si tan sostenible es esta tendencia.
A primera vista, la idea de reutilizar botellas de metal parece un paso en la dirección correcta hacia la sostenibilidad. Sin embargo, la realidad es más compleja de lo que parece.
Uno de los peligros de las tendencias de los que advierten los expertos es acerca de cómo los objetos cotidianos se transforman en símbolos de estatus. Estas modas pasajeras generan inseguridades, por ende un consumo excesivo e innecesario. Aunque las botellas de plástico de un solo uso son ampliamente reconocidas como una amenaza para el medio ambiente, las botellas de metal reutilizables también tienen sus propios problemas.
Fabricar una sola botella de metal requiere una cantidad significativa de energía, y muchas veces esta energía proviene de fuentes no renovables. Además, un estudio muestra que se necesitan múltiples usos de una botella de metal para compensar su huella de carbono inicial, lo que plantea dudas sobre su verdadera sostenibilidad a largo plazo. Sin embargo, los investigadores advierten que las evaluaciones del ciclo de vida no suelen abordarse de manera integral y, con frecuencia, están financiadas por grandes corporaciones.
Por otro lado, las botellas de agua reutilizables también pueden ser una opción más segura en términos de salud. Estudios recientes han encontrado preocupantes niveles de microplásticos en las botellas de plástico de un solo uso, lo que plantea interrogantes sobre la seguridad del agua que contienen.
En última instancia, es importante recordar que las decisiones individuales, aunque significativas, no pueden solucionar por sí solas los problemas ambientales a gran escala. Se necesitan políticas y regulaciones que aborden las causas subyacentes de la crisis climática y de contaminación por plásticos.
Las recientes iniciativas legislativas, como la ley de California que exige la reciclabilidad de los envases, son pasos en la dirección correcta. Sin embargo, para lograr un cambio real, se debe adoptar un enfoque más holístico y global hacia la sostenibilidad.
Coleccionar botellas de metal puede parecer una forma inocente de expresar nuestro compromiso con el medio ambiente. Pero si no se reflexiona sobre las acciones y sus consecuencias, se corre el riesgo de perpetuar un ciclo de consumo insostenible y superficial. Es hora de repensar las prioridades y trabajar hacia un futuro más verde y equitativo.