La realidad actual del reciclaje fotovoltaico

La transición energética en la que estamos inmersos como sociedad se apoya en dos pilares fundamentales: las energías renovables y el reciclaje de sus componentes y deshechos. Se estima que la industria de la energía solar o fotovoltaica producirá para el 2030 entre 1,7 y 8 millones de toneladas de módulos fotovoltaicos obsoletos, y entre 60 y 78 millones para el 2050. Este dato pone en evidencia la necesidad y urgencia de tratar el reciclaje como un tema prioritario en investigación y muchos países ya cuentan con efectivos métodos con los que se puede recuperar hasta el 98% del peso de un panel.

Con la infraestructura actual que tiene Chile por ejemplo, ya son capaces de recuperar el 80% de los materiales de un módulo. Esta cifra no es de extrañar si tenemos en cuenta que un gran porcentaje de un panel solar está formado por vidrio, un material altamente recuperable con el que ya se tienen muy avanzadas las técnicas de reciclaje en todos los continentes, y aluminio, cuyo reciclaje también resulta sencillo y no es peligroso para la salud.

La Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA) predijo en uno de sus estudios más recientes que para el 2050 con el reciclaje de paneles solares se podrían producir hasta 2.000 millones de células fotovoltaicas nuevas, lo que quiere decir que las técnicas actuales están resultando efectivas y no paran de evolucionar, convirtiendo a la energía solar en la más sostenible y respetuosa con el medio ambiente ya que su impacto ambiental se va reduciendo a medida que va pasando el tiempo.

Los dos procesos de reciclaje de módulos más extendidos por el momento son el térmico y el mecánico. Mediante el procedimiento térmico se separan con calor las células de vidrio que representan casi el 80% del panel y mediante procesos químicos se separan los contactos metálicos. El procedimiento mecánico consiste en triturar los paneles una vez se han extraído de su marco y mediante diferentes procesos químicos se extraen los materiales que componen el panel y otros secundarios.

Francia fue el primer país del mundo en contar con una planta de reciclaje fotovoltaico estableciendo así la línea de salida, pues se augura que todos los países con potencial solar van a tener tarde o temprano una propia. Lo que impulsó a la creación de la planta en el país europeo fue la necesidad.

Hasta ahora la mayoría de los paneles terminan por lo general en plantas de reciclaje de vidrio, pero las primeras generaciones de las células están llegando al final de su vida útil indicando que es inminente la necesidad de plantas específicas para tratar los residuos de la forma adecuada. Se estima que Francia pueda reciclar solo con esta planta unas 4.000 toneladas en tan solo los próximos dos años.

Uno de los problemas más destacados en este ámbito es el silicio. Aunque conforma un pequeño porcentaje del peso total de un panel fotovoltaico es un elemento contaminante que requiere de especial atención para su tratamiento. Por ello las empresas más innovadoras se preocupan también de innovar además de en reciclaje, en materiales.

El telururo de cadmio (CdTe) está sustituyendo a los paneles de silicio principalmente porque su huella de carbono es más reducida, utiliza menos agua y su tiempo de recuperación de energía es el más corto de todas las tecnologías solares existentes (menos de un año) evitando así las deficiencias energéticas en el corto plazo y permitiendo reducciones de carbono más aceleradas que las otras tecnologías.

La buena noticia que engloba el contexto de la energía solar es que los fabricantes confiables nos hacemos responsables de nuestros productos una vez llegan al final de su vida útil con unas tasas muy altas de recuperación, añadiendo la responsabilidad social como valor añadido y prioritario hasta que se estandaricen las plantas de tratamiento específicas.