Las ciudades inteligentes son la única salida de la crisis sanitaria

Después de varios meses de confinamiento, hemos podido observar como los niveles de co2 han disminuido y el medio ambiente se ha tomado un respiro en lo que respecta a la contaminación. Estamos entonces en un buen momento para replantear cómo vamos a retomar la economía y las actividades urbanas e industriales de acuerdo con principios sostenibles y eficientes, así como la utilización y el uso de los recursos.

En este escenario no podemos olvidar que el objetivo principal de las ciudades inteligentes no es otro que la aplicación de las nuevas tecnologías para optimizar los recursos y mejorar las infraestructuras y la calidad de vida de las personas. Este concepto también procura una adaptación a los efectos del cambio climático recogiendo datos en tiempo real para conocer qué problemas atañen a una sociedad y cómo se puede mejorar en el menor tiempo posible.

Es un alivio que estén surgiendo nuevas alianzas económicas y políticas precisamente para financiar este tipo de proyectos a nivel mundial. No es ningún secreto que estamos asistiendo a la transformación verde y va a ser un factor clave para la recuperación y adaptación a la llamada nueva normalidad.

Las Smartcities abarcan desde proyectos de iluminación pública hasta la conectividad de los servicios, pero no se quedan ahí. Si de verdad queremos tener ciudades funcionales, será necesario rediseñar las estructuras de transporte, reforzar las protecciones costeras, optimizar los servicios de gestión de residuos, evitar construir en zonas de riesgo, y un sinfín de aspectos a tener en cuenta donde las empresas del sector deberán trabajar juntas en el rediseño de los espacios urbanos.

Ya estamos viendo los costos de no realizar a tiempo estos cambios y de no tomar en serio la evolución de las infraestructuras. Fenómenos magnificados por el cambio climático como inundaciones, tormentas, tsunamis, temblores, huracanes y todo tipo de eventos meteorológicos ponen en evidencia la fragilidad de las zonas urbanas que no han recibido una atención y prevención adecuadas. La Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. advierte que miles de estructuras como puentes o presas serán cada vez más vulnerables a los efectos del cambio climático, lo que además de vulnerar la seguridad de las personas, aumentará considerablemente el gasto de mantenimiento en los próximos años.

Sin embargo, los costos de hacerlo en el molde de las ciudades inteligentes suelen ser más bajos ofreciendo resultados adaptados al nuevo escenario climático y en consecuencia, resultan medidas más duraderas. Según un estudio de la Comisión Global de Economía y Clima el gasto estimado para sustituir las infraestructuras obsoletas de los países ricos y construir sistemas modernizados en las economías emergentes, será de aproximadamente 81 billones de euros en los próximos 15 años.

Y no solo es cuestión de dinero sino de tiempo. Muchos países como EE.UU. se demoran en este tipo de reformas con obras millonarias que muchas veces ni siquiera llegan a su fin. China sin embargo en apenas doce años ha sido capaz de construir 25.000 kilómetros de vías de tren de alta velocidad, superando la suma del resto del mundo. Y es que el concepto de Smart City aboga por un desarrollo de elementos urbanísticos innovadores, así como infraestructuras dotadas de soluciones tecnológicas y más eficientes. La forma en la que las ciudades adapten las tecnologías es determinante para satisfacer las demandas actuales de los ciudadanos contemporáneos.

Con una modernización de la red eléctrica que tenga como núcleo las energías renovables, se reducirán tanto las emisiones como el costo de las facturas de electricidad. Los edificios inteligentes tienen un consumo de energía casi nulo, ya que tienen integrados sistemas de producción de energía que los autoabastecen. Los medidores inteligentes en los sistemas de agua nos orientan sobre el estado de los sistemas de distribución y ayudan a optimizar el recurso al máximo para cada actividad.

Los controladores del alumbrado público hacen que éste funcione según las necesidades lumínicas en cada momento evitando el despilfarro de energía. El paisajismo y la vegetación dentro los edificios no solo reduce las emisiones y el consumo, sino que mejora la calidad de vida de las personas y reduce su estrés.

Todas estas acciones son ya necesarias para el funcionamiento óptimo de las ciudades del futuro en el presente. Los recursos disponibles son limitados y tenemos la tecnología para aprovecharlos al máximo. Otros beneficios derivados de la instalación de sistemas bajo el manto de las ciudades inteligentes, son por ejemplo la descongestión urbana, menores costos de mantenimiento de infraestructuras, y no podemos olvidar que conforman una nueva oportunidad para el crecimiento económico y social.