El nuevo avance que transforma el CO2 en roca

El secuestro de las emisiones de carbono y su conversión en materia sólida para diferentes usos o almacenarlas bajo tierra, es una tendencia en alza en lo que a la descarbonización se refiere. Y es que tanto el Acuerdo de París como las advertencias de las Naciones Unidas ponen muchos límites en el 2030. Entrando en la próxima década, la industria y el modelo energético se habrán tenido que transformar sustancialmente para que la vida y la biodiversidad dejen de verse amenazadas.

En esta carrera casi todos los países del globo están poniendo de su parte y cada vez son más las iniciativas que abogan por un cambio verdadero y realista. Reino Unido e Irlanda, se declararon hace ya varios años en estado de emergencia climática poniendo a trabajar a sus científicos para que la descarbonización de sus países sea lo más rápida posible de cara a cumplir con los objetivos del 2030 y del Acuerdo de París.

Pero no han sido los únicos. En 2012 un equipo de científicos de carácter internacional se unió en el experimento de inyectar de forma subterránea CO2 en roca de basalto porosa, un tipo de roca formada a partir de lava enfriada, al suroeste de Islandia. Transcurridos dos años la mayoría del dióxido de carbono se había convertido en minerales de carbonato o dicho de otra forma, en rocas. Fue tal el avance que el experimento se llevó mucho más allá transformándose en el proyecto CarbFix, que consiste en fijar el CO2 directamente en la roca. Se materializó en la central geotérmica Hellisheidi, muy cerca de Reyjkavik, la capital islandesa.

CarbFix se está llevando a cabo en una colaboración entre la empresa pública de energía Reykjavik Energy, la Universidad de Islandia y centros de investigación de Francia y de EEUU como la Universidad de Columbia. Ya han conseguido deshacerse de un tercio del CO2 y tres cuartas partes del sulfuro de hidrógeno emitido por la central geotérmica islandesa.

Islandia produce gran cantidad de su energía limpia gracias a su geología volcánica. El sistema de calefacción y de agua caliente de la mayoría de los hogares del país, así como más de la cuarta parte de su electricidad proviene de esta energía. Sin ir más lejos, el pueblo que le da nombre a la central y donde se ubica la misma, se encuentra situado en el volcán Hengill sobre una extensión de roca basáltica. Lo que hacen es bombear agua por debajo del volcán proporcionando electricidad y calor a su población.

Para atrapar el CO2 que produce la central, lo capturan del vapor y lo disuelven en grandes masas de agua con gas que es bombeada al lugar de la inyección, donde diferentes tipos de reacciones químicas convierten el dióxido de carbono en minerales. Una vez en este estado y fusionado a la roca, ya no puede filtrarse a la atmósfera.

Las rocas de basalto se encuentran en multitud de lugares del mundo ocupando el 10% de los continentes en superficie (en suelos oceánicos se extiende por casi toda su extensión) por lo que este modelo de captura de CO2 podría extenderse de forma efectiva. Por ello el mayor reto que están enfrentando los científicos es el de conseguir hacer funcionar este proceso con agua salada, ya que por cada tonelada de CO2 se necesitan 25 de agua.

Ya ha sido impulsado teóricamente por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas y desde esta institución se fomenta la aparición de este tipo de proyectos para enfocarlos a gran escala.