El futuro de los aviones eléctricos

El transporte es uno de los grandes retos que se necesitan solventar cuanto antes para cumplir con los objetivos de descarbonización propuestos por la ONU. No obstante, la carrera inició hace muchos años con el lanzamiento de los coches eléctricos aunque no ha sido suficiente, ya que a ojos de los expertos la transición de los vehículos alimentados por combustibles fósiles a modelos eléctricos más sustentables, no tuvo la aceleración que se pretendía principalmente por la presión de la industria automovilística (que no estaba preparada para dejar la gasolina y el diesel de la noche a la mañana), y por la falta de impulso de cambio por parte de los entornos políticos.

Pero este panorama ha evolucionado en tiempo récord. Como sociedad urge transformar el modelo energético prescindiendo ya de la innovación en cuanto a coches dependientes del petróleo y todas las esperanzas y avances científicos están puestos en la electricidad y en el hidrógeno verde.

Aunque hay variedad de opiniones sobre lo que “es mejor” o lo que acabará imperando predomina el discurso de que en cuestiones de transporte estas dos versiones van a convivir varias décadas mientras se van perfeccionando los métodos de almacenamiento energético, se van asentando y normalizando las estaciones de carga de ambas tecnologías y se van abaratando los precios de los modelos adaptando las políticas respecto a la industria, pero ya existen ejemplos de ambos sistemas trabajando en los núcleos urbanos.

Cómo convertir la movilidad mundial en sustentable

El ayuntamiento de Barcelona recientemente adquirió varios modelos de autobuses alimentados por pilas de hidrógeno.

Se espera que entren en funcionamiento a partir del próximo año como experiencia piloto para seguir transformando el transporte público en la capital catalana. Esto indica que la tecnología ya resulta funcional a nivel usuario y que lo que falta es infraestructura como estaciones de carga y otros elementos para normalizar las nuevas tecnologías.

Y no son el único ejemplo. Alemania, Francia, Japón, Australia o Corea del Sur ya están invirtiendo en proyectos apoyados desde el sector púbico y privado para impulsar la iniciativa y estandarizar, ahora sí, el uso del transporte sostenible.

Cada formato cuenta con sus ventajas y desventajas. Resulta evidente que los modelos eléctricos llevan recorrido un camino más largo que el hidrógeno, lo que permite entre otras cosas que sea más sencillo encontrar dónde repostar (o hacerlo en casa). Sin embargo, el sistema de pilas está demostrando recorrer más kilómetros y ser más sostenible puesto que, suponiendo que el gas provenga de fuentes renovables el único residuo que genera es vapor de agua. Como contrapunto encontramos modelos de muy reciente creación, muy caros, poca variedad y prácticamente ningún sitio donde recargar energía.

Actualmente se está trabajando para optimizar los modelos eléctricos y para estandarizar los de hidrógeno con la intención de acelerar la sustitución de los vehículos de combustible convirtiendo la transición en la nueva realidad imperante. Los países asiáticos, especialmente Japón, son lo que tienen más clara la hoja de ruta en esta industria y ya están invirtiendo todo el recurso en impulsar las nuevas tecnologías a través de sus marcas.

La llegada del hidrógeno verde no solo modificará las formas de transporte, sino en general la industria de las maquinarias y por supuesto el sistema energético. Conseguir cubrir la demanda energética con este compuesto supondrá la eliminación por completo de los combustibles fósiles y una mayor eficiencia energética con mejor gestión de los recursos. En este sentido las energías solar y eólica cobrarán aún más importancia a la hora de producir hidrógeno verde y serán las que encabecen el proceso de transformación para cubrir la demanda de las smartcities.