Difuminar las fronteras será clave para paliar el cambio climático

La competencia voraz de las economías entre países favorece vagamente nuestra posición en la carrera contra el cambio climático. En los últimos diez años la temperatura y las emisiones de dióxido de carbono han seguido subiendo y según los expertos aún no alcanzamos el pico óptimo de subida. Significa que todavía no hay una fecha ni un horizonte claro que perseguir en el que las emisiones comiencen a descender.

Este trágico dato se sostiene en que en los aspectos económico y político, el crecimiento del PIB sigue siendo el objetivo principal por el que se rige el orden mundial y por tanto las acciones de empresas y gobiernos. Hasta que esto deje de ser una competición y los países empiecen a cooperar en un mundo realmente globalizado de conocimiento compartido, no va a ser posible una verdadera revolución que detenga la subida de las temperaturas de la tierra y de los océanos.

No solo está complicado el objetivo de detener la subida de la temperatura en 1.5ºC sino que probablemente el aumento supere los 2ºC  sobre los niveles preindustriales. La diferencia de medio grado, podría suponer la extinción masiva de los arrecifes coralinos de todo el planeta dejando desprotegidas las costas, y casi la mitad de la población mundial estaría expuesta a peligrosas olas de calor con sus respectivas consecuencias.

Aunque ya existen tecnologías de cambio destinadas a sustituir las que hay todavía en el presente, como las energías renovables para iluminación y generación de energía limpia o la industria de los vehículos eléctricos, la verdad es que solo unos pocos países están tomando medidas potentes de sustitución de infraestructuras y poniendo facilidades para que las tecnologías verdes se impongan frente a las tradicionales.

Obviamente las diferencias sociales entre países agrandan esta brecha de cambio. Pero el compromiso con el planeta tiene que ir impulsado por todos los continentes. Las renovables conviven con las eléctricas, los motores eléctricos con los de combustión y así en todo tipo de industrias que ya cuentan con alternativa sostenible pero siguen contaminando sin precedentes.

Debemos tener en cuenta que aunque el dióxido de carbono  procedente de los combustibles fósiles representa el 90% de las emisiones totales de las actividades humanas, todas las acciones para aminorar el choque climático cuentan. Tras el boom de las renovables y la sustitución del carbón por gas natural se experimentó más o menos un estancamiento de las emisiones pero, ¿qué ocurre con las economías emergentes como China o India? Que necesitan recursos para la industria y esto genera un nuevo  impulso en la contaminación.

Si se diera una situación geopolítica y empresarial sin fronteras donde se comparte el conocimiento y se aboga por el bien común, estos hechos podrían controlarse apoyando a las economías emergentes en sus necesidades energéticas evitando la recurrencia a las fuentes contaminantes como las derivadas del petróleo.

Las predicciones apuntan a que no solo se debe dejar de emitir co2, sino que hay que usar métodos de contención y eliminación del gas si realmente queremos llegar a niveles de vida saludables en el planeta. El 2019 está entre los tres años más calurosos registrados de nuestro tiempo según la Organización Meteorológica Mundial, lo que provocó una importante subida del nivel mar y su temperatura.

Estos hechos provocaron desastres naturales y efectos irreversibles en el medio natural. Pero lo más grave es que al no haber alcanzado el pico significa que la próxima década seguirá subiendo la temperatura exponiendo al planeta a situaciones más extremas si no actuamos en conjunto.