En cuestiones de transición energética Latinoamérica está dando importantes lecciones al resto del mundo de cómo acelerar el proceso de cambio hacia un modelo basado en energías limpias y sostenibles. Esto se debe principalmente a la anterior falta de infraestructura para muchas regiones en vías de desarrollo que encontraron en las renovables una opción barata y efectiva para disponer de electricidad continua, y al nivel de conciencia en las políticas ambientales que han alentado pactos con empresas privadas para expandir los proyectos energéticos.
Las facilidades políticas, el reconocimiento social de las problemáticas y la abundancia de recursos naturales (agua, sol, viento, etc…) de los países iberoamericanos los están posicionando como precursores de la mitigación del cambio climático.
Perú es uno de los ejemplos más claros en este sentido. Ya han iniciado programas con el objetivo de generar el 15% de su electricidad total con diversas fuentes renovables para el año 2030. De ese porcentaje, existe el reto de que 280 MW sean de origen fotovoltaico. El compromiso de su gobierno parece bastante firme ya que han declarado como necesidad la implantación de una política de inversión en renovables que llegue a estos números siendo solo el principio.
Desde hace unos años el país andino priorizó en proyectos energéticos hidráulicos, eólicos, de gas natural o fotovoltaicos alcanzando buenas cifras. Esto alentó la creación de nuevos retos que ya dieron como fruto 49 proyectos renovables en el transcurso de dos años con una potencia instalada de 1080 MW producidos por centrales eléctricas, solares, eólicas y de biomasa.
Frente a este panorama, Perú lanzó una Ley que facilita las inversiones en recursos energéticos enfocados a la generación de energía para el mercado de electricidad nacional y facilita la instalación de nuevas infraestructuras adaptadas al nuevo paradigma energético.
La apuesta por las energías eólicas y fotovoltaicas está resultando muy fuerte para el desarrollo del país. Están llevando a cabo diferentes fuentes energéticas para que en 2040 toda la demanda pueda satisfacerse con energía confiable, sostenible, regular, continua y eficiente ajustada a las condiciones de cada región y un mínimo impacto ambiental con bajas emisiones de carbono.
Dicho de otra manera, están potenciando proyectos de diferentes fuentes para asegurar un sistema de suministro fuerte y de calidad que no afecte al desarrollo de las actividades industriales o cotidianas. Este equilibrio de momento va favoreciendo el incremento de la competencia y da como resultado tarifas eficientes que no afectan la economía de los contribuyentes, fomentando incluso el autoconsumo especialmente en zonas con recursos más bajos.
Las smartcities son espacios más justos donde todos los ciudadanos por igual tienen acceso a los mismos servicios de una manera sostenible e inclusiva. En este escenario la energía es el motor del desarrollo y es por tanto uno de los aspectos que más se deben de cuidar para que una zona urbana prospere y mejore creando sociedades más equilibradas con igualdad de oportunidades para todos.